Leishmaniasis.
La leishmaniasis agrupa a un conjunto de enfermedades producidas por protozoos del género Leishmania. Se transmiten por la picadura de una pequeñísima mosca -“sandfly” en inglés- hembra de los géneros Phlebotomus y Lutzomyia.
La leishmaniosis tiene una amplia distribución mundial. Existen formas cutáneas, mucosas o muco-cutáneas y viscerales con diferente distribución geográfica.
La leishmaniosis visceral tiene un carácter endémico en muchos países (por ejemplo España) habiendo ocasionalmente brotes epidémicos que coinciden con períodos más lluviosos y situaciones de insalubridad favorecida por las guerras o las hambrunas. En la cuenca mediterránea son los perros el mayor reservorio de la enfermedad. En otras zonas del mundo (India) la infección se mantiene entre personas exclusivamente.
El riesgo para el turista es muy pequeño, aunque no inexistente. Las lesiones cutáneas ocurren tras picaduras que han pasado completamente inadvertidas, suelen aparecer varias semanas después de haber vuelto del viaje y se caracterizan por ser lesiones eritematosas, con bordes elevados y centro con tendencia a ulcerarse y formase una costra amarillenta. El diagnóstico requiere la demostración de los parásitos tomando una muestra del borde de la lesión.
Las formas viscerales tienen un período de incubación variable y la enfermedad la manifiestan 1a 5 de cada 100 personas infectadas, en función del lugar de adquisición y la fortaleza del sistema inmunitario del viajero. Los sujetos inmunocomprometidos y con infección por VIH están particularmente predispuestos a padecer infecciones graves y que se caracterizan por su recurrencia y prácticamente imposible curación.
No existe vacuna para esta infección. Tan sólo la prevención de las picaduras puede resultar eficaz, sin embargo es algo impracticable en la mayoría de los casos.